Hoy no hay aniversario que justifique esta entrada en concreto, pero el otro día en un reportaje me recordaron uno de los momentos olímpicos que recuerdo haber visto hace años cuando una niña menuda me dejo a mi y al mundo con la boca abierta, por eso he pensado en recordar esos momentos históricos...
Con apenas 14 años, y con toda la inocencia de una chica de esa edad, Nadia Comaneci tuvo al mundo rendido a sus pies. La fama y el éxito irrumpieron casi sin avisar en la vida de esa niña rumana, luego de su "perfecto 10" en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976.
Sin embargo, la vida no fue tan sencilla para la mejor gimnasta de todos los tiempos, quien debió huir de la Rumanía comunista para poder seguir admirando al mundo con sus acrobacias. En la actualidad, no sólo dedica su tiempo para colaborar con numerosas organizaciones de beneficencia, sino también continúa ligada al mundo de la gimnasia con la clínica que encabeza en su país natal.
Nacida en el año 1961, en la ciudad rumana de Onesti, Nadia fue descubierta, con tan sólo seis años de edad, por uno de los mejores entrenadores de este deporte, Bela Karolyi. Junto con él, en muy poco tiempo llegó a lo más alto de la gimnasia.
En 1976, esa niña de apenas 1,50 de estatura y 40 kilos, se presentaba ante el mundo en los Juegos Olímpicos celebrados en Montreal, allí comenzó la leyenda de una de las grandes deportistas de la historia. Comaneci no sólo obtuvo cinco medallas (tres de oro, una de plata y otra de bronce), sino que además consiguió lo que nadie hasta ese momento: fue la primera gimnasta en obtener un "perfecto 10" por parte de los jurados.
Sin embargo, la vida no fue tan sencilla para la mejor gimnasta de todos los tiempos, quien debió huir de la Rumanía comunista para poder seguir admirando al mundo con sus acrobacias. En la actualidad, no sólo dedica su tiempo para colaborar con numerosas organizaciones de beneficencia, sino también continúa ligada al mundo de la gimnasia con la clínica que encabeza en su país natal.
Nacida en el año 1961, en la ciudad rumana de Onesti, Nadia fue descubierta, con tan sólo seis años de edad, por uno de los mejores entrenadores de este deporte, Bela Karolyi. Junto con él, en muy poco tiempo llegó a lo más alto de la gimnasia.
En 1976, esa niña de apenas 1,50 de estatura y 40 kilos, se presentaba ante el mundo en los Juegos Olímpicos celebrados en Montreal, allí comenzó la leyenda de una de las grandes deportistas de la historia. Comaneci no sólo obtuvo cinco medallas (tres de oro, una de plata y otra de bronce), sino que además consiguió lo que nadie hasta ese momento: fue la primera gimnasta en obtener un "perfecto 10" por parte de los jurados.
Los éxitos continuaron para la pequeña Nadia. Pero a fines de la década de los 70, su carrera entró en declive. La presión que debía soportar a su corta edad y sus problemas de sobrepeso marcaron el principio del fin. En los Juegos de 1980, realizados en Moscú, su gran rival fue el dolor de ciático. Pero ni las lesiones pudieron con el gran esfuerzo y perseverancia de Comaneci, quien se terminó llevando dos medallas doradas. Cuatro años más tarde realizó su última gran presentación en los JJOO de Los Ángeles, con apenas 22 años. Una infección en su mano y tras meses de irregulares desempeños, puso punto final a una corta carrera, pero que le alcanzó para quedar en la élite del deporte mundial.
Tras su retiro, la vida la bajó de los laureles y la sumergió en una profunda pesadilla. El Gobierno del comunista Nicolae Ceaucescu incautó su correspondencia e intervino su teléfono, motivo por el cual se vio obligada a exiliarse en Austria, en 1989, donde solicitó el asilo diplomático en Estados Unidos. Allí Nadia comenzó una nueva vida. Una vida que se mantuvo ligada a la gimnasia, pero también a la acción benéfica.
Durante su travesía por Norteamérica, Comaneci conoció a quien hoy es su marido, el gimnasta Bart Conner, con quien, a su vez, hoy llevan adelante la Academia Gimástica Bart Conner. Además, Nadia también cuenta con su propia clínica para nuevos talentos, en su Rumania natal, a donde viaja constantemente para seguir bien de cerca tanto la Academia como las fundaciones a las que ayuda.
En tanto, la mejor gimnasta de todos los tiempos también se volcó a la difusión del deporte que tantas alegrías le trajo. Es editora asociada de la revista International Gymnast Magazine y posee su propia productora de Televisón Perfect 10 Productions, que se dedica a las retransmisiones deportivas.
Durante su travesía por Norteamérica, Comaneci conoció a quien hoy es su marido, el gimnasta Bart Conner, con quien, a su vez, hoy llevan adelante la Academia Gimástica Bart Conner. Además, Nadia también cuenta con su propia clínica para nuevos talentos, en su Rumania natal, a donde viaja constantemente para seguir bien de cerca tanto la Academia como las fundaciones a las que ayuda.
En tanto, la mejor gimnasta de todos los tiempos también se volcó a la difusión del deporte que tantas alegrías le trajo. Es editora asociada de la revista International Gymnast Magazine y posee su propia productora de Televisón Perfect 10 Productions, que se dedica a las retransmisiones deportivas.
Pero,
sin dudas, lo que más enaltece a esta excelente deportista no es tanto
su actualidad como entrenadora o empresaria de medios, sino mas bien su
costado solidario. Junto con su marido están directamente comprometidos
con organizaciones como la Muscular Dystrophy Association (Asociación de
Distrofia Muscular), algunos orfanatos rumanos, y con la realización de
las Olimpíadas Especiales, para personas con capacidades diferentes.
"Es parte de nuestra familia", reconoció Comaneci, con total orgullo, a
la agencia Reuters, en referencia a su intervención en estos Juegos.
A lo largo de su carrera, Nadia no sólo supo cosechar medallas y reconocimientos a nivel mundial. La excelencia que desplegó como gimnasta la llevó a ser distinguida como Presidenta de Honor de la Federación Rumana de Gimnasia, Presidenta Honorífica del Comité Olímpico Rumano, Embajadora de Deportes de Rumania y miembro de la Fundación de la Federación Internacional de Gimnasia, entre otras distinciones. No obstante, ella no se conforma con la logrado a nivel personal, sino que trata de sacar provecho de la trascendencia a nivel mundial que tiene una personalidad de su envergadura en beneficio de aquellos que no corrieron su misma suerte: "Yo uso lo que valgo como leyenda para colaborar en diferentes causas sociales".
Para terminar os dejo un vídeo relajante un pianista francés reconocido como uno de los pianistas de música clásica y ligera más exitosos a escala mundial, con más de 70 millones de discos vendidos siendo premiado con 267 de oro y 70 de platino y habiendo realizado más de 600 conciertos alrededor del mundo.